A mí, personalmente, nunca me ha sucedido nada muy paranormal, una que otra vez he escuchado pasos donde no debería escuchar pero más que eso nada. Y lo agradezco bastante. A pesar de eso el tema siempre me ha llamado la atención. Es por lo mismo que cuando mi madre, meses atrás, me contó esta historia, yo no podía estar más asombra e intrigada.
Mi familia por parte materna es extremadamente religiosa, una fuerte prueba de esto es que mi madre quería ser monja cuando joven (hasta que a los quince conoció a mi padre y se volvió pecadora xD). La familia de mi madre no era muy adinerada y es por eso que hasta los diecisiete años vivió con su abuela junto a otros primos y sus respectivos padres. Todos vivían dentro de una casona muy antigua de mi bisabuela en Talca. Era una casa llena de amor y, a pesar de que el dinero no sobraba, el cariño nunca faltaba. Dentro de la casa había un gran retrato de Cristo, que hoy cuelga en la pared de la pieza de mi madre, y todas las noches la familia se sentaba frente al retrato y rezaban antes de irse a la cama.
Mi madre tenía tres primos pero con la que siempre se llevó mejor era Paula, quién tenía dos años más que ella y había sido abandonada por su madre.
Con Paula siempre jugaban, se contaban sus secretos y solían hacerle bromas pesadas a Rodrigo y Clemente, los otros primos. Cuando mi madre cumplió catorce años sufrió la gran perdida de su tío favorito, el padre de Paula. Pero, obviamente, la peor parte la sufrió ella, quién, a pesar de tener todo el amor y apoyo de la familia, se sentía muy sola. A sus dieciséis años se sumió en una fuerte depresión donde ni siquiera mi madre, Alicia, podía alegrarla. Sus juegos y conversaciones hasta altas horas de la noche eran solo recuerdos y su risa era casi una leyenda. Su actitud ya no era la de la simpática chica sonriente y risueña, ahora se había convertido en un ser amargado y solitario, es por esto que tal vez nadie notó cuando comenzó a cambiar aún más, nadie excepto mi madre.
A pesar de lo grande que era la casa de mi bisabuela, mi madre dormía con Paula todas las noches e incluso después de la muerte de su tío, esta fue una de las pocas cosas que no cambiaron, hasta que unos días antes de Navidad, Paula se negó a dormir con mi madre. Ella prefirió seguir caminando hasta una de las habitaciones de la primera planta, una habitación muy cercana a la salida trasera y muy alejada del Cristo de la pared.
Mi madre siguió a su prima, curiosa, hasta la que parecía ser su nueva habitación. Las luces ya estaban apagadas y todos se habían retirado a dormir. Mi madre se apoyó en la gruesa puerta de madera que estaba cerrada, a pesar de la petición de su abuela de dejar todas las puertas abiertas pues solían quedarse atascadas debido a la humedad y que además -luego del rezo nocturno- la presencia de Dios y sus ángeles los visitaban mientras dormían y si cerraban la puerta estos no podrían entrar y le estarías dando la espalda a Dios. A pesar de eso Pula había cerrado la puerta.Se detuvo antes de llamar pues le pareció escuchar susurros desde el otro lado. Era una voz masculina y muy gruesa, a pesar de que no pudo entender que decía, mi madre prefirió alejarse y volver a su cama. No era extraño que Paula estuviera con chicos, lo que le llamaba la atención a mi madre era que se había atrevido a traerlo hasta la casa, lugar donde estaba extremadamente prohibido el ingreso a hombres que no fueran parte de la familia o amigo de esta. Eso explicaba la puerta cerrada y las ganas de Paula de no dormir con ella y preferir un lugar cercano a la salida.
Al día siguiente, la actitud de Paula no había sufrido grandes cambios. Seguía silenciosa y solitaria, pero se había vuelto más insolente y esta vez ni siquiera se dignaba a responder a las curiosas preguntas de mi madre, quién siempre había sido la excepción a su amargura y actitud. Cuando cayó la noche, Paula no fue a rezar con el resto de la familia y esto llamó la atención a todos, pues Paula siempre había sido muy creyente y no había noche que se perdiera el rezo.
Cuando le pidieron explicaciones ella sólo respondió de manera ofensiva y se retiró hasta su nueva habitación. Todos quedaron muy sorprendidos pero no hicieron nada, pues lo atribuyeron a una etapa de su sufrimiento por la perdida de su padre.
A la mañana siguiente, en cambio, se mostró tan amorosa y amable como siempre, pero le confesó a mi madre no recordar mucho del día anterior. Mi mamá solo lo tomó como una broma pesada y no le hizo más preguntas, sintiéndose aún herida por las palabras de Paula del día anterior.
Los días pasaron en un vaivén de Paula amargada a Paula confundida, cada vez duraba más la amargura de esta y en más de una ocasión mi madre escuchó nuevamente susurros que parecían no pertenecer a nadie.
Hasta que un día, de Paula alegre. La prima de mi madre se negó a entrar a la casa. Esta se encontraba en una esquina de una calle no muy transitada. Mi madre, mi abuela y Paula habían ido hasta el mercado a comprar verduras y cuando llegaron a la puerta de la casa, Paula comenzó a gritar y a llorar. Todos le pedían explicaciones a su comportamiento que ya estaba comenzando a llamar la atención a los vecinos, a lo que ella contestó, "No puedo entrar a esa casa, hay un espíritu malvado que me ha estado molestando y asegura tener la capacidad de matarme. Dice que él se llevó a mi padre y que si doy un paso más a la casa, yo tendré su mismo final. ¡No puedo entrar a la casa!". Mi madre de pronto le encontró sentido a todo, los susurros de voz masculina, la extraña actitud de Paula y el por qué ya no se sentía segura en la casa de su abuela. No tardó en apoyar a su prima diciendo que ella también escuchaba voces. Estas declaraciones causaron terror en toda la familia y mi bisabuela corrió hasta la parroquia más cercana donde esperaba encontrar un sacerdote que fuera a bendecir la casa.
La casa fue bendecida pero Paula aún se negaba a entrar, fue por esto que mi madre, intentando ayudarla, le ofreció dormir fuera, en el patio interior de la casa en una carpa como lo hacían cuando eran pequeñas, mirando las estrellas. Paula se mostró entusiasmada y aceptó gustosa la invitación. Armaron lo que sería la tienda de campaña y estuvieron listas para dormir. Mi madre entró unos segundos a la casa para hacer su rezo nocturno y Paula le prometió que haría lo mismo en el interior de la carpa.
Se contaron historias y secretos como en los viejos tiempos y mi madre no tardó en dormirse. Cerca de las cuatro de la madrugada unos gritos inhumanos la despertaron. Al abrir los ojos vio a Paula sobre ella gritando en una voz aterradora palabras que mi madre no reconocía, parecía estar hablando en otra lengua. Mi madre espantada gritó pero Paula le apretó la boca con demasiada fuerza. Parecía estar fuera de sí y no tenía intensión de soltarla. Caía espuma de su boca y tenía todo el cabello rubio revuelto, sus ojos parecían estar a punto de salirse y lágrimas caían de estos. Lágrimas que mi madre no comprendió hasta mucho después. Los gritos despertaron al resto de los familiares y una de las tías de mi madre intentó separarlas pero recibió un fuerte golpe siendo lanzada lejos. Todos se detuvieron sorprendido, Paula era delgada y baja, no practicaba ningún deporte y nunca había demostrado tener tanta fuerza. Mi madre recuerda que se alejó como pudo y se escondió detrás de un mueble viejo que había en el patio. La situación parecía sacada de una película de terror. Mi madre asegura que vio levitar a Paula aunque no sé si creerle pues puede que haya sido una alucinación por el momento.
Todo se había detenido y no fue hasta que mi bisabuela gritó "¡Está poseída!", que todo volvió a convertirse en caos. Paula soltó una risa grave y siguió gritando en esa lengua desconocida que hacía a mi madre temblar.
Mi bisabuela comenzó a gritar distintas oraciones mientras que algunas de las hijas mayores iban en busca de agua bendita y diversos aparatos religiosos para espantar a la prima de mi madre. Paula arrancó y todos parecieron quedarse un minuto en shock.
Las preguntas comenzaron volar y mi madre lo único que quería era esconderse.
Decidieron llamar al sacerdote de la ciudad quién, luego de una larga búsqueda, que terminó cerca de un cerro, logró liberar a Paula del espíritu.
La prima de mi madre estuvo un día en el hospital por un golpe que se había hecho mientras huía en una costilla. Cuando se mejoró le contó a mi madre que la verdadera razón por la que no podía entrar a la casa era que esta estaba llena de amor y buenas vibras, algo que debilitaba mucho al ente que se encontraba dentro de ella. Era por eso que en un comienzo había decidido irse ala habitación más cercana al exterior. Cuando mi madre le preguntó porqué lloraba mientras la atacaba, ella le respondió que era porque seguía consiente y podía verlo todo pero se sentía atada de manos y prisionera de su propio cuerpo. Podía ver como le hacía daño a mi madre y aunque intentaba luchar para detenerse, era demasiado débil.
Pues esta fue la historia, sé que es un poco fantástica, ni yo la podía creer completamente cuando mi madre me la contó, hay veces que creo que son una exageración, después de todo mi madre tenía solo trece años. Pero ella asegura que es cierto y si algo caracteriza a mi madre, es que nunca dice mentiras.
También dentro de su preparación para entrar en la Orden de los Carmelitas Descalzos, tuvo que ver muchos casos que la Iglesia se empeña en ocultar. Aunque aún no me ha revelado otro como este.
Mi familia en general está llena de pequeñas anécdotas como estas y si les llega a interesar que cuente alguna otra, no olviden decírmelo en los comentarios.
Sin nada más que añadir, a parte de que tengan respeto si no creen en lo que cuento, me despido.
Gracias por todos y ¡Saludos!